miércoles, 15 de julio de 2009

Nuevos Telecentros - Compartel

(Click en el mapa para ampliar)
De tan descuidado que tengo el blog me paso por alto ocurros importantes como el viaje a Cartagena del mes pasado. Y no es que haya sido importante por la oportunidad de regresar a la costa, todo pago, y chapalear en las turbias aguas del caribe cartagenero (cuatro años de vivir frente al mar inmuniza a calquier cachaco del deslumbre habitual de estar a cero metros de altitud, achicharrándose la piel) ni porque haya sido Cartagena per se, la joya de nuestra corona turística (aunque en mi caso no era estar en la corona sino en el soporte de icopor que la sostiene), sino por el trabajo realizado con gente que ama su comunidad y tiene el sueño de contribuir a su crecimiento mediante una estrategia que en el papel suena más fácil que en la realidad: Masificar y especializar el uso de internet entre los habitantes de las comunidades, ellos serán los administradores de los nuevos telecentros de Compartel

El asunto suena breve y sin problema, sin embargo se pone difícil cuando la localidad en cuestión ni siquiera aparece en un mapa oficial (como éste del INVIAS) e internet sigue siendo ciencia ficción para muchos de sus habitantes. Algunas comunidades son tan remotas que, a pesar de estar en el mismo departamento, requieren de más de 12 horas de viaje y varios trasbordos.

Uno de los temas tratados fue precisamente el de los blogs, pues es la herramienta precisa para que muchas comunidades salgan del anonimato y divulguen su historia y su cultura. El tiempo dedicado fue poco comparado con todo el que se necesita para crear la total conciencia del potencial de los blogs en las comunidades y las personas, pero espero que haya sido el suficiene para aventurarse a seguir aprendiendo y trabajando, ya que su motivación fue evidentemente alta.

No sé si alguna vez vuelva a encontrarme con mi gente bolivarense, pero desde aquí les mando un saludo y mis mejores deseos para que su labor sea un éxito.

Un abrazo

sábado, 4 de julio de 2009

Gracias por la Aventura

Gracias por la aventura,
ahora vé por más.
Ellie
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La imagen de Carl Fredericksen viejo, cansado, huraño, casi hastiado de todo, negándose a salir de la casa en la que ha vivido casi toda su vida puede no encajar con la etiqueta de forastero con la que marco a algunos personajes que traigo al blog. Sin embargo, el buen Carl hace una tremenda, deliciosa y rejuvenecedora travesía, con el más puro y explícito deleite por cada uno de los momentos y situaciones que pasan, sean adversas o felices, y por eso hoy quise hablar de él.

No me estoy refiriendo (como podría suponerse) a su travesía con los globos izando su casa y todo el periplo para regresar, ni al metafórico viaje interior que haya hecho para rejuvenecerse lo suficiente como para tener el impulso de perseguir un sueño y no parar hasta lograr alcanzarlo. La gran travesía no se muestra en la película: se trata de un recorrido de años por todos los laberintos y vericuetos que puedan caber en su casa, en la convivencia con Ellie, vagabundeando a su antojo y persiguiendo su sonrisa.

A veces un forastero puede pensar que un viaje de aventura tiene que ser estridente, extenuante, que se mide en miles de kilómetros, en miles de fotografías tomadas, en cicatrices, souvenirs, o cualquier otro indicador igualmente trivial, pero esta película muestra que no se necesita toda esa parafernalia para vivir el mejor viaje de aventuras. En mi caso, la aventura del Colono se nos ha puesto muy sabrosa, y hay montones de motivos para agradecerle a mi pelirroja por eso.

Recuerdo lo que dijo Eduardo Galeano en su relato El Camino de Jesús, cuando hablaba de Jesús Babío, un obrero que había recorrido cientos de poblados, ciudades y países:
Yo anduve muchos caminos (...) pero sepa usted, vaya sabiendo, que todo lo que hay para ver en el mundo, y en el alto cielo, pasa por ese caminito ahí.
Para Ellie, que siempre soñó con recorrer el mundo, visitar las cataratas y vivir cientos de aventuras, que dibujaba de niña los lugares que iba a conocer y que reservó las mejores páginas de su libro para todo lo bueno que iba a vivir, todo lo que valía la pena ver y vivir estaba en su casa, a su lado. Por eso su epígrafe de despedida es tan conmovedor (a mi juicio, la mejor parte de la película), y es el mismo que todos los días quiero decirle a mi pelirroja:

¡¡Gracias por la aventura!!