sábado, 3 de mayo de 2008

Into The Wild

No soy de aqui ni soy de allá
no tengo edad ni porvenir
y ser feliz es mi color de identidad
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Desde que escribí sobre Dersú Uzala no había vuelto a ver una película que en verdad me tocara en el punto preciso para motivarme a escribir en el blog, pero este fin de semana tuve la suerte de ver Into the Wild y no puedo dejarla pasar sin hablar de ella.

La canción de Facundo Cabral hubiera ambientado muy bien esta historia de desapego y de encuentro de bienestar y felicidad en cosas pequeñas. También es evidente que no es un sentimiento de misantropismo el que lo lleva a hartarse de todo y largarse de una vez, porque en el camino logra hacer vínculos muy valiosos con toda clase de personas. Su travesía siempre está motivada por la necesidad de buscar la propia raíz de la felicidad que busca, parece en todo momento que Ser feliz es su color de identidad y que se deleita cantando que no soy de aquí ni soy de allá.


Harto ya de estar harto, ya me cansé
de preguntarle al mundo por qué y por qué
la rosa de los vientos me ha de ayudar
y desde ahora váis a verme vagabundear


Esta canción también hubiera podido ambientar algunas escenas, especialmente en las partes en las que hace referencia a las cosas que lo hartaron en su momento hasta que ya no lo soportó. Christopher un día simplemente se hartó y punto. Arrancó de una vez su forastereo y rompió con cualquier lazo que lo atara a su pasado. En el camino encontró keikes y solventes no acuosos que lo supieron acompañar, de unos y otros aprendió mucho y ellos le permitieron fortalecer aún más esa voluntad que ya era irreductible. Sobresale siempre que su carácter jovial no está nunca en contravía con su absoluto desapego, la manera en que empatiza con otros no compromete su deseo de marcharse a seguir lo que desde hace tiempo sabe que busca. Su desapego no es ingratitud, y es una fortuna que otros lo comprendan. Cuando se separa de alguien parece como si cantara: Es hermoso partir sin decir adios, pero soy palomo torcaz, dejadme en paz.


No pregunten de'onde soy,
vengo del tiempo aparcero,
y ni los mismos senderos
Comprenden pa’ donde voy.
José Larralde


Hacer una travesía como ésta que hizo Christopher es un pastel de tentación para un forastero, y si bien no siempre se consiguen las agallas para llevarla a cabo, siempre se consigue hacer una travesía semejante en le interior de cada uno. Un viaje de años en el cual se rompen lazos añejos obsoletos y se crean otros nuevos bajo nuevas condiciones, un viaje de reflexión para tomar conciencia de los motivos de la travesía y de los objetivos que se persiguen. Súmale a eso paisajes exóticos y obstáculos tremendos de esos que solo son capaces de sortear los gigantes y verás que lo que logras va a tener más sabor y sentido que si te lo hubieran enseñado sin dolor, aunque pueda parecer que lo aprendes demasiado tarde.

Las décimas de Jacinto Luna hubieran ambientado aquellas partes de la película en las que mostraban las relfexiones de su familia después de la desaparición de Christopher. La incomprenisón de los motivos, los procedimientos y las decisiones de un muchacho al que no le faltaba nada para tener éxito en la vida. También hubieran ambientado los momentos en los que la suerte fue adversa y hay que comprender que no queda más remedio que aceptarla, porque la otra opción (dejar de ser Forastero) no vale la pena considerarla Siquiera.

Christopher alcanza su meta a un precio muy alto, a veces parece que no pudiera aguantar o que con el mayor de los gustos se hubiera arrepentido. Sin embargo en el final logra firmar un empate: Deja constancia de haber sido muy feliz aunque en muchas partes haya querido cantar que me han echao en el fogón ramitas de mataojo

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