domingo, 18 de noviembre de 2007

Baila la maga (Alfredo Zitarrosa)

Y tiene nombre de mujer
como mi corazón, como tu olvido,
los fugitivos del deber
no tienen más amor
que el que han perdido.
La Cancion de las noches perdidas
Joaquin Sabina
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El forastero se la pasa hablando del desapego y sus ventajas, se siente agradecido por quienes no tratan de corregirle el rumbo (Como si ser un forastero fuera la peor decisión, tomada quizá en un estado de irracionalidad) ni de tasarle el campo con sus ojos. Pero esto no significa que no pueda ser capaz de sentir las cosquillas y mariposas que hacen sonreir la vida entera, que no pueda fantasar las cursilerías de las que tanto se burla, que no pueda temblar de pasión y sentir que otra persona puede ser su mar y su orilla, su sal, su sangre y su pan como para mandar su forastereo al cuerno. Si es por poder, el forastero puede. Lo que no puede es garantizar que eso lo va a sentir sostenidamente por mucho tiempo (Aunque estén en juego tus muslos helados, tu carne), de ahí que casi siempre mantenga su bocota cerrada.

Don Alfredo Zitarrosa se ha vuelto un visitante frecuente por aqui (ya vino con Stefanie y Milonga para una niña). Hoy nos muestra una canción que evoca tantos episodios dispersos en los cuales el Forastero se ve tentado a tragarse unas cuantas de sus palabras para que la mente eche vuelo por donde normalmente no lo hace. El mundo entero parece desobedecer sus leyes en el breve espacio de tiempo en que aparece la maga.

¿Quién es la maga? La canción insinúa que es una forastera que recorre el mundo mostrando lo que sabe hacer, su arte (en este caso, La danza). En una de esas travesías se encuentra con El Forastero (Viniste al pueblo en tren a mi lado) y comparte algunas cosas y espacios (Tus zapatos de raso dorado bailaron en mi patio empedrado) como para que él se sienta temblar de pasión en mi silla cuando la ve bailar, flotando en puntillas.

Finalmente, La Maga se va. Su encuentro con El forastero fue puramente circunstancial (pudo haberse encontrado con cualquier otro y le hubiera dado igual), tuvo la cortesía de obsequiarle su honor (Confitura de raro dulzor, como si fuera su corazón) sin ocultar que era papel sellado su piel, sellado a nombre del tarzán un tanto holgazán.

En resumen, la maga es uno de tantos Keikes que se suben en el viaje del forastero, entregan lo que tienen para ofrecer y luego se bajan. El forastero no lamenta su partida (aunque hubiera temblado de pasión en su silla) y se muestra muy agradecido por lo que la maga pudo hacerle sentir (que eras mi mar y mi orilla), y que pudo darle (el pecado y el hambre, tus muslos helados y su carne), aunque fueran alaridos sus besos; y sus pies alados, mármol y yeso.

La maga había llegado a perturbar algunas cosas en el forastero, por eso el último verso resume la principal razón de su gratitud: Gracias por olvidarme tambien, no bien cruzaste el andén

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BAILA LA MAGA (Alfredo ZItarrosa)

Maga enlutada tras la cortina,
de pronto un foco azul la ilumina,

abre en el aire una herida fina
y nace, la bailarina.

Ya la estaba esperando el galán,
vástago rubio y turbio de Adán,
músculo y brujo, un lujo alemán,
un Tarzán, algo holgazán.

Mariposa dudosa y discreta
la bailarina va hacia el atleta,
parecen tener una secreta
cita de amor celestial.

Verte bailar flotando en puntillas,
temblando de pasión en mi silla
sentí que eras mi mar y mi orilla,
mi sal, mi sangre y mi pan.

Viniste al pueblo en tren a mi lado,
tus zapatos de raso dorado
bailaron en mi patio empedrado
debajo de mi laurel.

Pero eran alaridos tus besos,
cadenas y candados tus huesos,
tus pies alados, mármol y yeso,
papel sellado tu piel.

Gracias por obsequiarme tu honor,
confitura de raro dulzor,
como si fuese tu corazón
con un moñito punzón.

Gracias por el pecado y el hambre,
por tus muslos helados, tu carne,
gracias por olvidarme también,
no bien cruzaste el andén.


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