lunes, 10 de septiembre de 2007

A los brincos y Medialunas

Hay que imaginarse a Sísifo feliz. Fue fiel a su exigencia interna, y su esfuerzo tiene un sentido: llevar la piedra hasta la cima.
Albert Camus - El mito de Sísifo
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Cuando era niño y conocí el mito de Sísifo me pregunté cuál sería la peor parte del suplicio, y siempre respondí que lo peor sería el momento justo de llegar a la cima y ver a la piedra rodar hacia abajo. La desconsolación de ese instante ni siquiera la puedo imaginar, aunque pueda imaginar la de estar subiendo la piedrota todo el tiempo y no ver la cima de la montaña.

Para muchos, el trabajo de grado (Mejor llamado La maldita tesis) fue un periodo difícil y desafiante que tuvo final feliz.  Pero para algunos de nosotros, en cambio, el asunto se parecía notablemente al suplicio de Sísifo, con el habitual desconsuelo de ver rodar la piedrota una vez se llegaba a la cima y de pensar en la inutilidad de tanto esfuerzo. Seguro que a Sísifo le entraban unas tremendas ganas de matarse, pero caía en cuenta de que ya estaba muerto y no tenía más opción de volver a bajar para subir la piedrota una vez más. Recargadas un poco las energías durante el descenso, arriba con la piedrota.

Me pregunto si Sísifo se esforzaba menos o daba todo de sí en ese proceso, me pregunto si era completamente consciente de su fatalidad cuando llegaba a las partes difíciles que le exigían más esfuerzo. Me pregunto también qué pasaría si los dioses le dijeran algo como "fresco parce, deje esa piedrota ahí y venga descanse".

Eso último quizá sí lo pueda responder, porque así es como me siento ahora. Ando a los brincos y medialunas porque me han dicho algo como "Fresco, parce, deje esa piedrota ahí y venga descanse", y curiosamente la piedra no rueda cuesta abajo. se queda allá arriba y yo comienzo a bajar dando saltitos alborozados, lanzando fuegos artificiales y gritos de júbilo y luciendo la sonrisa de oreja a oreja y viceversa que tanto me hizo falta, ando con la cabeza a dos manos pensando caramba, finalmente llegó el día, llevé la piedrota a la cima y no salió rodando.

El ocurro que celebro hoy debió haber llegado en el año 2000, pero otros ocurros se adelantaron y desviaron mi brújula. Por eso llega con siete años de retraso, siete años de suplicio de Sísifo viendo la piedrota caer al abismo varias veces.

Esta semana, incluso contra los peores pronósticos, la suma de todos los desconsuelos, los indicios previos, las medidas de tendencia central, las ganas de mandar todo al cuerno y la mala leche de alguno que otro, me entregan mi diploma de profesional y recibo por fin el tan anhelado título. El Forastero ya es Químico. Ahora a continuar lo que tenía previsto para el 2001.

(No será la única entrada sobre el tema, así que pido disculpas a los millones de lectores porque me voy a volver monotemático un tiempo)





3 comentarios:

Anónimo dijo...

Fresco parce, no sería la primera vez que usted se vuelve monotemático...

El Forastero dijo...

Como cuando me la pasaba endulzándote el oído, por ejemplo

Anónimo dijo...

¡Juuaa!... usted nunca me ha endulzado el oido... y dicho sea de paso que no me interesa que lo haga, sí, me gusta el pelo largo, pero acompañado de un buen par de t...